domingo, 28 de abril de 2013

¿ESCLAVOS EN EL SIGLO XXI?


En esta ocasión, publico un artículo que creo interesante de nuestra colega la Dra. Leni Romero (Dra. María Magdalena Romero Jiménez) y que ha sido premiada por Diario Médico en 2008 y publicada también por la revista Orobal del Colegio Oficial de Médicos de Las Palmas. 


¿ESCLAVOS EN EL SIGLO XXI?


     Cuando pienso en la esclavitud sobreviene a mi mente casi inexorablemente la imagen de Kirk Douglas en la película “Espartaco”.
     Desde la época narrada en este film hasta la abolición de la esclavitud, declarada en 1865 por los Estados Unidos, y unos años después por España para Puerto Rico y Cuba (1880) pasaron demasiados siglos y demasiados seres humanos dieron su vida para defender su derecho a la libertad.


     Sin embargo, en nuestros días, todos los años, aproximadamente alrededor de un millón de personas son víctimas del comercio a través de fronteras internacionales. Un 50 por ciento son menores de 18 años. Se calcula que más del 70 por ciento son mujeres que serán utilizadas para esclavitud sexual.


     Según los últimos resultados del estudio presentado en Ginebra por la Organización Internacional del Trabajo, unos 12 millones de esclavos, aunque probablemente  este número sea muchísimo mayor. Todos ellos trabajan como esclavos modernos, en condiciones realmente atroces. Las áreas de más riesgo son Asia y América Latina.
¿Existe también el trabajo en condiciones de esclavitud en nuestro medio?



    Son las 5 de la mañana de un día laborable, el celador me avisa: ha venido otro paciente, es un niño de un año.
Miro el informe de urgencias, tiene un nombre originario de países no latinos, sin embargo él y su familia son de este país.
Motivo de consulta: llanto durante toda la noche.

     La abuela es quien lo trae en brazos. Es una señora de unos 55 años, con expresión de agotamiento en el rostro. Su cuerpo menudo se mantiene muy ágil. Viven con ella este nieto y otro de 4 años. Su hija trabaja, tiene horarios de mañana y tarde, no los puede cuidar ahora.


     Esta mujer me comenta que ha criado a 5 hijos y ya todos viven fuera de casa. Me transmite su agotamiento...


     Tuve la suerte de ser alumna del Doctor D. Antonio Guijarro Morales en la Facultad de Medicina de Granada. Quizá, también por eso, leí con tanta atención un artículo en el que se describía por este doctor un nuevo síndrome: el “Síndrome de la Abuela Esclava”.
     El Síndrome de la Abuela Esclava fue descrito en octubre de 2001 como consecuencia de la observación de una síntesis de circunstancias comunes en pacientes suyas atendidas durante décadas. Esta patología es actualmente muy frecuente, grave y a veces mortal.
     Afecta a mujeres adultas con responsabilidades directas de amas de casa. Aparece como consecuencia de la interacción negativa de factores personales y ambientales: estrés familiar excesivo con insuficiente apoyo familiar y social. Son señoras que viven entregadas a sus familias con absoluta generosidad, resignación y paciencia. Su problema principal es que descuidan su propia salud para cuidar de la de los demás.


     Dos años después, La Doctora Sunmin Lee y colaboradores, de la Escuela de Salud Pública de Harvard, en Boston (Massachussets, EE.UU.), publicaron en una prestigiosa revista científica americana (Am J Public Health. 2003 Nov; 93(11):1939-44) los resultados de un estudio prospectivo realizado en 54412 mujeres de 46-71 años. Comprueban que el cuidado de los nietos durante 9 o más horas por semana aumenta el riesgo de infarto de miocardio y otros eventos coronarios.
     Las abuelas esclavas son pacientes que, si no se diagnostican precozmente, sufrirán de molestias crónicas, durante muchos años, recorriendo numerosas consultas médicas, servicios de urgencias y departamentos hospitalarios sin conseguir un alivio duradero o razonable a pesar de ensayar numerosas y variadas terapias.

     Los síntomas y principales formas de presentación de este cuadro clínico son los siguientes:


• Hipertensión arterial de difícil control, con oscilaciones muy bruscas, aparentemente caprichosas.
• Molestias paroxísticas: sofocos, taquicardias, palpitaciones en el cuello o tórax, dolores punzantes por el pecho, que cambian de un lado a otro, dificultad para respirar, mareos, hormigueos, desvanecimientos. 
• Debilidad o decaimiento persistentes: un cansancio extremo y  desproporcionado con sus actividades habituales actuales (en el pasado soportaron tareas mucho más agotadoras sin sentir cansancio). 
• Caídas fortuitas: las piernas no pueden sostener el cuerpo y la paciente cae al suelo, generalmente sin perder el conocimiento. 
• Malestar general indefinido, desaliento. Casi nunca se sienten confortables, a gusto ni relajadas, sin saber definir exactamente por qué. 
• Tristeza, desánimo, falta de motivación por las cosas. Ahora apenas les divierten las gracias de sus nietos; incluso les disgusta la mera presencia de los niños, anhelando que sus respectivas madres se hagan cargo de ellos cuanto antes. 
• Descontrol de padecimientos metabólicos, como la diabetes. Alternan unas elevaciones alarmantes de las glicemias con descensos bruscos peligrosos, provocando mareos e incluso coma. Las respuestas a los tratamientos son anómalas e irregulares.

• Autoinculpación: se sienten culpables de su incapacidad actual.


Se añade el hecho de que también, a veces, estas abuelas tienen que cuidar a otras personas mayores dependientes de ellas: sus propios padres o suegros.
     Una de las causas evitables de este problema es la carencia de infraestructuras para el cuidado de los hijos próximas al lugar de trabajo de las madres y con horarios lo suficientemente amplios como para dar cobertura a los actuales trabajos, 

muchos de ellos con horarios vespertinos y nocturnos. 
     Igualmente habría que reforzar la red social de cuidados a los ancianos: centros de días o personas cuidadoras que fuesen a los domicilios, residencias de mayores...

     Es necesaria la creación de guarderías bien capacitadas, con horarios que se adapten a los de las mujeres trabajadoras, para que las madres puedan dejar con tranquilidad a los hijos aunque ellas tengan que trabajar en horarios no escolares. 
      Esto liberaría parcialmente a estas abuelas y disminuiría la ansiedad de las mamás que no pueden atender a su bebé o a su hijo pequeño. Algunas empresas ya lo hacen así y se ha visto el gran beneficio que esto reporta.
      La escasez de estos servicios se une al todavía desigual reparto de las responsabilidades domésticas y familiares

Reivindico la creación de estos recintos al lado de las grandes áreas y centros de trabajo, que en nuestro medio serían: complejos hoteleros, áreas agrícolas, hospitales, etc. 
     La reducción del número de hijos en nuestro país ha seguido las tendencias europeas, pero de manera más tardía y más rápida, hasta llegar al punto de que España ha tenido una de las tasas de fecundidad más bajas de Europa, remontada últimamente por la llegada de inmigrantes.
     La mujer en el siglo pasado se incorporó totalmente al mundo laboral de los hombres. Ahora la sociedad debería esforzarse por compatibilizar su doble papel de madre y de mujer trabajadora, sin que ello origine un déficit en la salud de otros integrantes de la familia.